Una de las cosas que me señalan mis estudiantes cuando vamos de recorrido por los museos es que no hay datos sobre los objetos que se exhiben y, cuando los hay, sólo tienen una escueta información sobre su región de procedencia y período al que pertenecen.

En los museos con colecciones arqueológicas hay muchas piezas «bonitas» y muchas otras que no lo son. Esas -las bonitas, las completas- son las que, generalmente, se exhiben. Las feillas, las rotas, las incompletas, aunque tengan datos de contexto, casi nunca son mostradas al público. Esto no tiene que sorprendernos por que a fin de cuentas los museos y sus exhibiciones siguen enfocados en lo estético, en los objetos como obras de arte y no como cultura material portadora de información histórica.
¿Por qué los objetos exhibidos no son acompañados de datos sobre ellos y su historia? Creo que predomina la idea de que lo exhibido es «representativo de algo«. Representativos de períodos culturales, de fases cerámicas, de sociedades cacicales, de colapsos, de intercambio, por ejemplo.
Al ser «representativos«, los objetos pierden su identidad. Es así como la mayoría de ellos, aunque sean «bellos» o «singulares» no tienen nombre ni apellido, ni filiación cultural, ni historia que contar mas allá de lo que representan. Si a eso le sumamos la errada idea de que la gente no lee los textos de los museos y que se guía por lenguajes básicos y masticados previamente por educadores y expertos, entonces poca cosa queda mas allá del objeto en sí mismo.
Esa falta de identidad de los objetos musealizados implica una perdida de información importante. Además, provoca indiferencia y falta de empatía, ya que no se genera ningún vínculo entre los visitantes y ellos, porque no tienen ninguna historia que contar ni compartir.
En los museos hay muchos objetos con historias fascinantes no solo por sus asociaciones contextuales, por su materia prima, por sus cualidades tecnológicas, por los largos caminos que han recorrido y por cómo llegaron ahí, entre otras cosas.

Hay objetos que cargan grandes historias vinculadas a la gente que los hizo y los usó; de la gente que los rompió y que los volvió a usar, de la gente que tuvo la destreza y la inventiva de crearlos.
Los objetos como «cultura material» nos hablan de las «culturas» a las que pertenecían, sin embargo, en los museos; es decir en los lugares donde son usados para transmitir información, son silenciados con montajes museográficos carentes de contenido social e histórico.
Tienen mucha razón mis estudiantes cuando ven objeto tras objeto y salen del museo sin saber casi nada de arqueología, ni de historia antigua, ni de patrimonio. Lo mas que pueden decir es el «que cosas mas bonitas hicieron nuestros indígenas» de rigor. Por suerte, casi siempre voy con ellos y les doy una paliza de conocimiento y logran ir mas allá de lo que ven. La gran mayoría de personas no tienen esa suerte. Eso me da mucho pesar.
2 respuestas a “Lo que no nos dicen los museos”
Thank god, you said it. I have been complaining loudly for years, with zero effect as the museologists seem to all be totally unaware that the «pretty things» they exhibit have cultural meaning and that people want to know that. And i do not mean tidenitfying all quadruped as jaguars! (another ghastly habit of the museologist).
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Siempre es genial tener la máxima información!
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