El Tiempo, gran escultor: palabras de Marguerite Yourcenar

Hace varios meses que este blog recibe poca atención de mi parte. Pero anoche, mientras descansaba después de muchas horas sentada frente a la computadora, me reencontré con un libro que había leído hace muchos años y me entraron unas ganas enormes de compartir fragmentos de un texto en el que encontré palabras que buscaba.

Anoche me encontré con «El Tiempo, gran escultor» de Marguerite Yourcenar, la gran escritora belga. Ella habla desde la perspectiva de la amante del arte  griego en un corto ensayo del mismo nombre del libro. Lo que dice sobre su mundo y su Arte, también ayuda a pensar  el complejo y peculiar conjunto escultórico del Diquís, en el trópico centroamericano. La traigo entonces, a través de fragmentos del texto que escribió entre 1954 y 1982, para que acompañe una pequeña muestra de objetos de piedra que nos hablan del Tiempo, de los otros que estuvieron antes de nosotros y de nosotros mismos.

El Tiempo, gran escultor

«El día en que una estatua está terminada, su vida, en cierto sentido, empieza. Se ha salvado la primera etapa que, mediante los cuidados del escultor, le ha llevado desde el bloque hasta la forma humana; una segunda etapa, en el transcurso de los siglos, a través de alternativas de adoración, de admiración, de amor, de desprecio o de indiferencia, por grados sucesivos de erosión y desgaste, la irá devolviendo poco a poco al estado de mineral informe al que la había sustraído su escultor.

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Cabeza de estatua perdida sumamente erosionada. Sitio Batambal, Osa, Diqúis.

No hace falta decir que ya no nos queda ninguna estatua griega tal y como la conocieron sus contemporáneos: apenas sí advertimos, por aquí y por allá, en la cabellera de algún Core o de algún Curos del siglo VI, unas huellas de color rojizo, semejantes hoy a la más pálida alheña, que atestiguan su antigua cualidad de estatuas policromadas, vivas con la vida intensa y casi terrorífica de maniquíes e ídolos que, por añadidura, fueron también obras de arte. Estos duros objetos, moldeados a imitación de las formas de la vida orgánica, han padecido a su manera lo equivalente al cansancio, al envejecimiento, a la desgracia. Han cambiado igual que el tiempo nos cambia a nosotros. Las sevicias de los cristianos o de los bárbaros, las condiciones en que pasaron bajo tierra sus siglos de abandono hasta el momento del descubrimiento que nos los devolvió, las restauraciones buenas o torpes que sufrieron o de las que se beneficiaron, la suciedad  o la pátina auténticas o falsas, todo, hasta la misma atmosfera de los museos en donde hoy yacen enterrados, contribuye a marcar para siempre su cuerpo de metal o de piedra».

Escultura sitio Barriles
Estatua rota. Sitio arqueológico Barriles, Panamá.

«Algunas de estas modificaciones son sublimes. A la belleza tal y como la concibió un cerebro humano, una época, una forma particular de sociedad , dichas modificaciones añaden una belleza involuntaria, asociada a los avatares de la historia, debida a los efectos de las causas naturales y del tiempo. Estatuas rotas, sí, pero rotas de una manera tan acertada que de sus restos nace una obra nueva, perfecta por su misma segmentación: un pie descalzo apoyado sobre una baldosa, una mano pura, una rodilla doblada en la que reside toda la velocidad de la carrera, un torso al que ningún rostro nos impide amar, un seno o un sexo en el que reconocemos mejor que nunca la forma de flor o de fruto, un perfil en el que sobrevive la belleza en una completa ausencia de anécdota humana o divina, un busto de rasgos corroídos, a mitad de camino entre el retrato y la calavera. …»

Base de escultura antropomorfa del sitio Batambal
Pies y base de escultura antropomorfa del sitio Batambal. Osa, Diquís.

Tal cuerpo comido por el tiempo recuerda a un bloque de piedra desbastado por las olas, tal fragmento mutilado apenas difiere del guijarro o de la piedrecilla pulida recogida en una playa del Egeo. El perito, sin embargo, no lo duda: esa línea borrosa, esa curva que allá se pierde y más allá se recupera, sólo puede provenir de una mano humana, y de una mano griega que trabajó en tal lugar y en el curso de tal siglo. Todo el hombre está ahí, su colaboración inteligente con el universo, su lucha contra el mismo, la derrota final en que el espíritu y la materia que le sirve de soporte perecen casi al mismo tiempo. Su intención se afirma hasta el final en la ruina de las cosas…

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La triste belleza del abandono. De esto comenté en un texto anterior con esta misma imagen y otras del mismo sitio. Bahía Ballena, Osa, Diquís.

Obras menores a las que nadie se preocupó de resguardar en galerías o pabellones hechos para ellas, dulcemente abandonadas al pie de un plátano, a la orilla de una fuente, adquieren a la larga la majestad o la languidez de un árbol o de una planta; ese fauno velludo es un tronco cubierto de musgo; esa ninfa inclinada se parece a la madreselva que la besa.

Hay otras que sólo a la violencia humana deben la nueva belleza que poseen: el empujón que las tiró del pedestal, el martillo de los iconoclastas, las hicieron lo que son. La obra clásica se impregna de patetismo, de este modo, los dioses mutilados parecen mártires. En ocasiones, la erosión debida a los elementos y a la brutalidad de los hombres se unen para crear una apariencia sin igual que ya no pertenece a escuela alguna ni a ningún tiempo: sin cabeza, sin brazos, separada de su mano recientemente hallada, desgastada por toda las ráfagas de las Espóradas, la Victoria de Samotracia es ahora menos mujer y más viento de mar y de cielo…

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Estatua de guerrero decapitado. Fue destruido y restaurado. Sitio Barriles, Panamá

Nuestros padres restauraban las estatuas; nosotros les quitamos su falsa nariz y sus prótesis; nuestros descendientes a su vez, harán probablemente otra cosas. Nuestro punto de vista actual representa a la vez una ganancia y una pérdida. La necesidad de refabricar una estatua completa, con miembros postizos, pudo en parte ser debida al ingenuo deseo de poseer y exhibir un objeto en buen estado, inherente en todas las épocas a la simple vanidad de los propietarios. Pero esa afición a la restauración a ultranza que fue la de todos los grandes coleccionistas a partir del Renacimiento y duró casi hasta nuestros días, nace sin duda de razones más profundas que la ignorancia, el convencionalismo o el prejuicio de una tosca limpieza. Más humanos de lo que nosotros lo somos, al menos en el campo de las artes, a las que ellos no pedían sino sensaciones felices, sensibles de un modo distinto y a su manera, nuestros antepasados no podían soportar ver mutiladas aquellas obras de arte, ver aquellas marcas de violencia y de muerte en los dioses de piedra. Los grandes aficionados a las antigüedades restauraban por piedad. Por piedad deshacemos nosotros sus obras. Puede que también nos hayamos acostumbrado más a las ruinas y a las heridas….»

Cabeza de estatua perdida con el cuello convertido en base y reutilizada en tiempos precolombinos. Sitio Batambal, Osa, Diquís.

Tomado de : Yourcenar, Marguerite. 1990. El Tiempo, gran escultor. Traducción de Emma Calatayud. Alfaguaras Literaturas. Buenos Aires. Páginas: 65 a 70

9 respuestas a “El Tiempo, gran escultor: palabras de Marguerite Yourcenar”

  1. Muy bonito el artículo que publicaste en el blog. De verdad que lo que hoy día apreciamos es lo que el Tiempo: el gran escultor…nos ha querido dejar ver. Me encantaron las citas del texto de Marguerite Yourcenar. Muy apropiadas y bien ilustradas por las imágenes que gentilmente has querido compartir con nosotros.

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  2. Muy linda forma de llegar a entender como las obras del pasado todavia tienen sentido actualmente. Aunque no se sabe el porque de ellas, aunque solo queda parte de ellas, siguen teniendo algo que nos conmueve y que tenemos que respetar.
    Estoy muy contenta de que vuelva a su blog para compartir sus experiencias y conocimientos. Muchas gracias,
    Catherine

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  3. Preciosa la combinación de las palabras de la gran autora de Memorias de Adriano, quien tenía una sensibilidad especial por las artes plásticas, con fotos de un tipo de escultura precolombina que ella probablemente nunca vio ni soñó.
    El tiempo sigue esculpiendo las obras después de hechas y después de la muerte de sus autores, como para recordarnos que las grandes obras de arte no se terminan nunca, ¿no?.
    Pini: Aunque sea a menos frecuencia, seguí siempre enriqueciendo la blogosfera con estas muestras de conocimiento específico, rigor y sensibilidad!

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    • Gracias, Roberto!!!Es bueno tener una casa llena de libros, ¿no? Siempre están ahí esperando que los abramos para darnos gratas sorpresas, textos conmovedores o inspiradores. Por azar tomé a Marguerite Yourcenar y por azar el libro se abrió en el ensayo que he citado en el blog. Como si el libro supiera de mis luchas y alegrías con el mundo de la escultura en piedra.

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