Esas cosas que parecen pedazos de teja

paisaje campestre Salazar Herrera

En Costa Rica tenemos muy arraigada la idílica imagen de la casa campesina construida con bloques de adobe y techada con hermosas tejas de barro de color rojizo. De hecho, hace un tiempo el historiador de arte Carlos Francisco Echeverría escribió sobre esto en el suplemento Áncora del periódico La Nación.
En tiempos coloniales, y hasta hace unas décadas, estas casas dominaban el paisaje rural-campesino costarricense. Los terremotos, la prohibición de usar adobe en los sistemas constructivos y  la introducción de otros materiales como el cemento, el hierro y las láminas de zinc, entre otras razones, han llevado a la casi desaparición de este tipo de arquitectura de herencia hispana.

De las casas de adobe ha quedado algo en la memoria costarricense, aparte de la nostalgia. Ese algo es el color rojizo de las tejas que curiosamente se ha convertido en una amenaza, y en un pretexto, para destruir el patrimonio arqueológico de origen precolombino. Pero, ¿por qué son una amenaza? Por la sencilla razón de que se usa «el pensar que eran tejas» para justificar que no sabían que esas «cosas rojizas que estaban dispersas por el suelo» eran fragmentos de viejas vasijas de barro de tiempos precolombinos.

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Detalle de un techo de teja antigua.

A diferencia de las tejas, los fragmentos cerámicos precolombinos  son patrimonio nacional y están protegidos por la ley y por convenciones internacionales. Estos fragmentos junto con otros materiales de piedra, hueso, concha, maderas carbonizadas, entre otros, son componentes de los sitios arqueológicos precolombinos.

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En muchos casos la confusión entre teja y fragmento cerámico precolombino es falsa porque es fácil diferenciar un fragmento de teja por su color rojizo uniforme y su grosor. La teja no tiene pintura, ni decoraciones, ni formas mas allá de la que su funcionalidad le otorga. Foto: I.Quintanilla.

Confundir restos de tejas con restos precolombinos puede parecer inocente; sin embargo, tiene graves repercusiones sobre el patrimonio arqueológico de Costa Rica. Las   «tejas» no tienen  valor patrimonial salvo que formen parte de una estructura declarada patrimonio histórico-arquitectónico según la ley 7555. Los fragmentos cerámicos que parecen «tejas«, son los indicios principales en muchos sitios arqueológicos y son la clave para identificarlos y protegerlos.

Con el argumento de la «teja«, o el «no sabíamos que eso era indígena y antiguo y patrimonio nacional» se destruyen a diario, parcial o completamente, muchos sitios arqueológicos en Costa Rica. Esta destrucción, tristemente, es irreversible y significa una gran perdida patrimonial.

En Costa Rica no existe educación sobre el patrimonio arqueológico. Existe una lejanía emocional y un desarraigo sobre el pasado y la historia que representa. Esto implica que la cultura material vinculada a ese pasado no constituye un elemento reconocible fuera del ámbito de los museos. Esta es una las razones por las que la mayoría de las veces se argumenta el desconocimiento cuando se dan casos de destrucción de sitios arqueológicos.

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Con el patrimonio arqueológico gran parte de la población actúa como si fueran niños. Alegan ignorancia; alegan que nadie los educó para reconocer estos restos; alegan que de por sí son pedazos. Y, aunque duela reconocerlo, es cierto que se han dedicado pocos esfuerzos para crear conciencia y empatía sobre lo que representan esos restos.

En Costa Rica tenemos un problema muy serio con el pasado: la mayoría de las personas no se reconocen en él. Los restos del pasado son apreciados si tienen valor económico o si están completos. Si no los puedo coleccionar, ni vender o apropiarme de ellos, tampoco tienen valor.

Este desapego hacia el pasado se vuelve más crítico en el caso de los sitios arqueológicos ubicados en zonas donde se desarrollan proyectos de infraestructura. Si ya no hay un valor emocional individual o colectivo, muchos menos lo hay en casos de proyectos en los que predomina el valor económico y la rentabilidad. Es muy poco probable que vayan a detener las máquinas para no destruir.

Por otra parte, destruir sitios arqueológicos sale muy barato. Casi que es mas grave tener colecciones arqueológicas ilegales que pasar maquinaria pesada y arrasar un sitio arqueológico. Si se pone una denuncia penal existe la figura de la conciliación y con dar equipo al Museo Nacional, pintar una escuela o pagar un equivalente económico a lo destruido se evita ir a juicio y recibir una sanción judicial.

Si décadas atrás el saqueo y el huaquerismo eran la principal amenaza del patrimonio arqueológico de Costa Rica, hoy la principal amenaza son los tractores, los desarrolladores de proyectos y quienes alegan que «solo son pedazos» . Cada sitio arqueológico destruido es memoria borrada. Cada sitio arqueológico negado por ser «solo pedazos» es también la negación de una parte de la historia antigua; una historia que parece lejana pero que es nuestra y de otros. Una historia que no tenemos derecho a destruir

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Una respuesta a “Esas cosas que parecen pedazos de teja”

  1. Antes eran simplemente colecciones arqueológicas. Los coleccionistas formaban el grupo del Museo Nacional llamado Amigos del Museo, quienes prestaban cada mes una pieza extraordinaria para su exhibición, y eran muy queridos por el Museo. Todo era muy diferente. La colección de mi padre fue la que inició el Museo del Jade.

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