Sitios con esferas de piedra precolombinas como patrimonio mundial

 

A finales de junio de este año, el Centro del Patrimonio Mundial de la UNESCO decidirá si la candidatura de Asentamientos cacicales precolombinos con esferas de piedra del Diquís que presentó el gobierno de Costa Rica recibe, o no, el reconocimiento como Patrimonio cultural de la humanidad.

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Esferas alineadas del sitio Finca 6. Foto: Diego Matarrita, abril del 2014.

El país ya recibió tres declaratorias en Patrimonio natural (Isla del Coco, Parque Internacional La Amistad y Parque Nacional Guanacaste). Una candidatura en patrimonio natural (Parque Nacional Corcovado) fue rechazada y otra basada en la práctica del boyeo y la carreta fue declarada Patrimonio inmaterial de la Humanidad.

Esta la primera vez que nuestro país presenta a la UNESCO una candidatura basada en sitios arqueológicos precolombinos. Y esto constituye un gran reto, ya que la arqueología del Sur de Centroamérica no se caracteriza por la “monumentalidad” como en otras partes del mundo (Egipto, Mesoamérica, Área Andina, por ejemplo), y hasta ahora no ha sido reconocida como parte representativa de la historia de la humanidad.

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Detalle de una estructura arquitectónica construida con piedra sin modificar y sin uso de argamasa. Esta en el sitio Batambal, uno de los cuatros presentados dentro de la candidatura. Foto: Diego Matarrita.

Como reflexión es importante decir que la candidatura de los sitios con esferas de piedra es un ejemplo de la manera en que los países en vías de desarrollo gestionan su patrimonio cultural.

En países desarrollados se invierte gran cantidad de recursos en investigar, conservar, proteger y poner en valor su patrimonio, y a partir de esto y de una valoración comparativa del patrimonio que poseen “escogen” el que es más viable y representativo para proponer como “patrimonio de la Humanidad”. Cuando presentan las candidaturas éstas llevan la ventaja de haber sido producto de una estrategia previa.

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Vista general del sitio Grijalba, uno de los cuatro sitios arqueológicos incluidos en el expediente de candidatura. Foto: Eduardo Volio,

En países como Costa Rica, en los que el patrimonio arqueológico ha sufrido el expolio sistemático y la falta de inversión pública, las candidaturas como patrimonio mundial son un recurso para motivar a los políticos para que inviertan en el patrimonio. La candidatura en sí misma genera investigación, conservación y una gestión antes no contemplada. Asimismo, genera interés de la población que antes no lo valoraba plenamente. Son procesos que generan acciones; no son resultado de un proceso sistemático y planificado. Y aquí es donde existe un gran problema.

La obtención del reconocimiento por parte del Centro de Patrimonio Mundial puede ser un motor de cambio para la gestión del patrimonio arqueológico de todo el país, no solo para los sitios que tienen esferas de piedra. La obligación de desarrollar planes de conservación y de puesta en valor, y principalmente el imperativo de integrar este patrimonio al desarrollo local puede y debe provocar cambios sustanciales en la manera en que se ha venido manejando el patrimonio arqueológico. Y esto es lo deseable.

Costa Rica tiene el reto de garantizar la sostenibilidad de los sitios arqueológicos seleccionados. Igualmente, necesita garantizar la conservación de los elementos arqueológicos. En caso de no cumplir con los compromisos adquiridos ante UNESCO, este conjunto de sitios puede pasar a la lista roja de los sitios de patrimonio mundial en riesgo. Y es que ahí acaban muchos de los sitios de patrimonio mundial de los países en vías de desarrollo.

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Vista de un sector del sitio Batambal, uno de los cuatro sitios propuestos como patrimonio mundial. Foto: Diego Matarrita, abril del 2014.

El desinterés de los políticos y la falta de inversión, o los limitados recursos humanos hacen que a mediano o largo plazo no se pueda cumplir con los compromisos que implica la obtención de este distintivo mundial. Y aquí es donde está el reto, en caso de obtener el reconocimiento mundial.

Por ahora, con o sin reconocimiento mundial, están pendientes toda una serie de acciones. Conservar, proteger y evitar el deterioro de las esferas de piedra y de los sitios donde están es lo urgente.

Es conveniente entender que una candidatura no es más que eso; es una posibilidad. Con o sin candidatura hay una realidad: la de un patrimonio que se deteriora; la de un patrimonio que requiere ser gestionado adecuadamente.

El Silencio
Esfera de piedra del sitio El Silencio fotografiada en noche de luna llena. La esfera emblema, la más grande de todas, en su imparable deterioro. Foto: Diego Matarrita, abril del 2014.

La luna, sin mucho esfuerzo y con ayuda de una poca luz artificial nos muestra que se necesitan más esfuerzos. Nos dice que lo que se ha hecho no es suficiente, que hay un proceso inexorable de perdida que no se detiene a pesar de los largos documentos y de interminables escritos oficiales.

La esfera de El Silencio nos muestra nuestra verdad; nuestra vergüenza, nuestra deuda histórica con el patrimonio arqueológico. Nos muestra lo que somos y como hemos actuado.

Ojalá nos den el reconocimiento de la UNESCO para estar obligados a asumir nuestras vergüenzas, para dejar atrás el abandono, para actuar correctamente.

Ojalá nos den el reconocimiento de UNESCO para tener un espejo donde mirarnos, para que alguien pida cuentas.

Cruzo los dedos para que nos lo den, y que haya cambio y para que pase algo. Algo que mueva la arqueología de este país; algo que haga que la gente sea también responsable de su patrimonio; algo que haga que el patrimonio no sea solo cuestión de unos pocos funcionarios públicos sino un proyecto colectivo; un proyecto de un país que respeta, cuida, y aprende de su pasado.

 

 

 

 

 

 

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